jueves, 10 de diciembre de 2015

El cambio y sus implicaciones psicofisiológicas



      
    La naturaleza no es estática, cambia, se transforma, se renueva y, a veces, da la impresión de devastarse, sobre todo cuando un fenómeno violento irrumpe en el escenario ambiental. El cambio, según Heráclito*, es la constante en la existencia, lo único de lo que realmente se puede estar seguro. La noción de cambio no implica necesariamente progreso, puede igualmente sugerir involución. Los árboles cambian en primavera, florecen y reverdecen; en otoñó al contrario, pierden el follaje, se envuelven de esterilidad y se tornan grises  sus ramales. Bien puede decirse que la vida de una persona experimenta cambios constantes y permanentes –similares a los de la naturaleza- haga o no algo para ello. El sólo paso de los años, aun llevando una vida bucólica, pasiva e inerte, propenderá a establecer mutaciones en una forma u otra. En el hombre este último sería el ejemplo de un tipo de cambio involuntario, no propuesto de forma intencional y, como tal, carente generalmente de valor, independientemente de que la condición que se presente sea favorable. El cambio cuya cuantía es significativa se produce como resultado de una decisión deliberada -razonada si se quiere- cuyo objetivo se conoce desde el principio, aunque sus derivaciones puedan ser prodigiosamente distintas a lo planificado con anterioridad.

     El común de los seres humanos, en algún momento de sus vidas, desea cambiar. Ya sea que sólo lo piense o que emprenda una directa acción para ello. Cuando el deseo le atenaza, varias pueden ser las metas  que se propone: propiciarse un mayor bienestar material, alcanzar un mayor perfeccionamiento personal, desarrollar una competencia intelectual o artística u obtener autorrealización espiritual. Con cada uno de estos logros pretende llegar a un estado de mayor satisfacción consigo mismo del que hasta el momento goza.  Por lo regular el empeño de transformación en una u otra vertiente afecta, si el cambio es revelador, la totalidad de la dimensión humana. Para que un cambio deliberado se produzca, el mismo requerirá de esfuerzo y compromiso, lo cual no necesariamente conduce al supuesto que deba ser tedioso, abrumador o fatigoso. De hecho, las personas que alcanzan objetivos significativos en sus vidas, testimonian  lo mucho que gustaron  del proceso que les llevó al éxito. Como siempre se convoca el criterio de disciplina y a este se le entiende, regularmente, como imposición arbitraria, muchos temen disfrutar menos la vida si tienen que atenerse a tan rigurosa obligación.  Lo cierto, sin embargo, es que el concepto de disciplina es un término que sugiere orden, reglas o método que al seguirlo ayuda a la consecución de un objetivo. Aunque resulta poco probable que alguien se revele como un virtuoso del violín o un atleta formidable sino dispone de talento, lo real es que el compromiso junto con la motivación son los elementos que más favorecen el desarrollo de una gran destreza, al punto de que se sabe de casos de sujetos que han visto sus capacidades desperdiciadas por no tener motivación y autodisciplina suficientes.

     En el ámbito de la esfera personal, en lo tocante al mejoramiento del carácter y la personalidad, el principio de la disciplina y la determinación es tan válido como en cualquiera de las otras esferas,  sobre todo, cuando se comprueba que  todo intento honesto de transformación se ve habitualmente restringido por condicionamientos internos y situaciones externas que lo dificultan.  Sin embargo, cabe preguntarse porque parece haber ocasiones donde aun contándose con la suficiente motivación y determinación no logra mantenerse una constancia que haga posible arrogarse la disciplina necesaria para llevar a término el propósito apetecido. Esto parece contradecir la aseveración, tan popular, que reza: “querer es poder”. Sin dudas muchas personas que no obtienen cambios favorables en sus vidas no lo consiguen al faltarles compromiso o debido a una negligencia insidiosa, pero tal parece que un sector de los que intentan mejorar no lo obtienen por motivos elocuentemente  razonables y clínicamente comprensibles: tienen enferma la voluntad. Así como se ha leído.  La volición puede enfermar, igual como enferma una parte física del organismo. La voluntad que es una condición anímica puede –y de hecho sucede bastante- llegar a indisponerse. El malestar que más frecuentemente debilitad la voluntad se conoce en el contexto clínico como distimia**. La distimia es un estado de ánimo difuso caracterizado por una desidia persistente. Aunque puede llegar a degenerar en un cuadro depresivo evidente, por lo regular se mantiene en una apatía perniciosa que condiciona la motivación, la iniciativa y hasta la misma determinación hacia un  nivel significativamente bajo.

     La falta de resolución personal, el equivalente de una endeble determinación, puede igualmente ser el resultado de un inadecuado funcionamiento fisiológico, tanto a nivel endocrino como nervioso***. Existen, por ejemplo, algunos sujetos que son más proclives que otros, por temperamento heredado, a ser menos felices e iracundo que el resto de sus congéneres.  Esto ha sido ampliamente constatado y forma parte de un conocimiento tan antiguo, como el de la caracterología de Hipócrates,  y tan moderno, como las evidencias que muestran los estudios de imagenología funcional de las distintas actividades del encéfalo humano. Las investigaciones no se han detenido a examinar las tendencias limitantes hacia la que predispone la biología, sino que ha extendido el interés hacia la otra cara de la moneda, o sea, cuando la naturaleza biológica funciona favoreciendo determinadas conductas positivas y emprendedoras. Este es el caso del optimismo y de la conducta extrovertida, las que según los investigadores no es siempre el resultado de una determinación personal. El psiquiatra alemán Kurt Schneider suscribió el término de hipertimicos constitucionales para referirse a unos sujetos cuya característica predominante es que son, por naturaleza, muy alegres, dinámicos, extrovertidos y sociables, todo ello debido a que sus cerebros segregan, en comparación con el promedio, una mayor cantidad de serotonina****, lo cual le predispone a un humor más positivo. El mismo psiquiatra pudo contactar que muchos  pacientes con trastorno bipolar (bipolaridad tipo II), presentan en la fase de exaltación una hipomanía que les hace pensar más rápido (taquipsiquia) que los demás, así como aprender en menos tiempo (suelen dominar con facilidad varios idiomas), trabajar más y ser más productivos y aún necesitar menor horas de sueños para reponerse. Esta condición podría conducir a que algunos de estos sujetos sean más exitosos que el promedio debido a que esta condición se le ofrece como una ventaja frente a quienes no tienen dicha patología.


     Con todo lo ante expuesto ya no resulta tan cómodo argumentar que sólo basta con “querer para poder”, teniéndose que  tomar en cuenta que, además de los factores psicológicos, el ambiente familiar y las influencias sociales condicionantes, la fisiología y el funcionamiento individual.

   La solución más idónea y profesionalmente atinada para tratar los factores biológicos que inciden en una conducta limitante es la farmacología. Esta, no obstante, tiene sus propios inconvenientes, tanto en costos como en efectos secundarios. La psicoterapia propone métodos alternativos y menos invasivos para casos no extremos y relativamente tratables. 

     Existen varias maneras de alterar positivamente la fisiología, el ejercicio es una de ellas. Cantidad de estudios refrendan los beneficios del ejercicio para mejorar, ya no física, sino también la salud mental. El ejercicio reduce la ansiedad, el estrés, la apatía y mejora la auto- estima. Existe evidencia empírica de que una sesión de ejercicio dinámico y vigoroso (aeróbico, musculación, estiramientos) tiene el beneficio equivalente de un antidepresivo convencional. El entrenamiento en técnicas de relajación es otra medida de intervención muy positiva que produce distensión y tranquilidad. Aprender a relajarse, sobre todo durante la actividad, disminuye la actividad del sistema nervioso simpatico, con lo cual se produce una reducción de adrenalina y la hormona cortisol (la que sostiene el estrés).  En la misma linea de tratamiento, las técnicas de respiración han demostrado revitalizar el organismo, combartir la tensión, activar los mecanismo de relajación en el cuerpo y contribuir a manejar mejor los estados emocionales. Si a todo lo anterior le incluimos una correcta alimentación (librarse en gran medida de comidas rápidas, de altos contenidos en grasa y carbohidratos refinados), así como la suplementación nutricional (consumo de vitaminas del complejo B, vitamina C, omega 3, cloruro de magnesio, antioxidantes) y otros productos que potencien el buen funcionamiento del sistema nervioso y endocrino como adaptógenos (Rhodiola, Ashwagandha, Eleuterococo), relajantes reductores de la excitación adrenérgica (L-Teanina, Valeriana, Passiflora), y aminoacidos (Taurina), tendremos un organismo funcionando de manera optima. Este plan terapéutico puede subsecuentemente ayudar a reponer y reparar un cuerpo agotado, cuya voluntad se encuentra arruinada. A partir de la inclusión de un programa que tome en cuenta todo lo antes dicho, la frase: querer es poder, podría estar más cerca de la realización personal.



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* Parmenides, atestiguaría todo lo contrario, de que el Ser es lo permanente, pero igualmente aceptaba el cambio no como lo absoluto, sino como las posibilidades dentro de lo inmutable.


** Los trastornos del ánimo, junto  a los trastornos de ansiedad, están sobrerepresentados en la sociedad de nuestro tiempo, siendo las dos condiciones disfuncionales que lideran las estadísticas  en las consultas clínica. La Organización Mundial de la Salud, los compendia como los trastornos psiquiátricos menores –trastornos  emocionales comunes- de mayor prevalencia en la población.  Exceptuando el caso de las depresiones bipolares –que suelen aparecer de forma  repentina- las generalidades de las depresiones se instalan de forma paulatina por situaciones insidiosas, después de padecer durante años cuadros de ansiedad o de estrés sostenido. 

*** Algunas investigaciones dan cuenta de que el 50% de los pacientes con depresión en realidad lo que tienen es hipotiroidismo. Si no se hace un diagnóstico diferencial preciso se estará medicando un cuadro ahnedónico con muchas posibilidad de recaídas debido a que la causa real que es de origen orgánico no ha sido tratada. Muchos jóvenes poseen una amígdala cerebral con un muy bajo umbral de excitación lo cual lo predispone a la timidez o la inseguridad. 

**** La serotonina es un neurotransmisor responsable del estado de ánimo positivo. Es muy frecuente que este en cantidades muy baja durante la depresión. Los antidepresivos precisamente procuran aumenta la cantidad de serotonina en los espacios sinápticos para restablecer la condición normal de la persona.