viernes, 11 de agosto de 2017

Meditación en la psicoterapia

   
   En Europa, para los años 20 del siglo pasado, Roberto Assiagioli, fundador de la terapia psicosintesis, enseñaba la meditación como parte de su repertorio psicoterapéutico. El psicoanalista disidente Carl G. Jung, consideraba que los métodos de liberación oriental ofrecían una perspectiva interesante sobre la vida y el individuo capaz de enriquecer nuestra visión algo más reduccionista del ser humano. Erich Fromm, sobre todo, durante las últimas décadas de su vida fue un partidario de que el sistema de meditación de la tradición Zen, del budismo, ayudaba a desarticular la sensación de enajenación en que vivía gran parte del hombre occidental de su tiempo. En la década de los 60, y en los Estados Unidos, el filósofo –y psicoanalista- ingles, Alan Watts, publicaba libros (como por ejemplo, Psicoterapia del Este y Psicoterapia del Oeste), y artículos en donde dejaba claro lo oportuno de considerar la añeja sabiduría oriental en el proceso de desarrollo de nuestras potencialidades humanas. Todo lo señalado nos habla que desde la primera mitad del siglo XX, en occidente ya muchos creían  -y posiblemente porque lo habían constatado de alguna forma emperica-  que las técnicas de meditación tienen mucho que ofrecer al hombre occidental ordinario, ya sea que éste aprendiera la meditación fuera o dentro de un contexto psicoterapéutico.      

     La bibliografía sugerida al tema de la meditación en el contexto clínico tiene antecedentes numerosos tanto en los  Estados Unidos como en Europa y la América de habla hispana. Un ejemplo de ello es el libro Cómo meditar (1985) del psicólogo Lawarence LeShan en el cual se hace una descripción pormenorizada de cómo las técnicas meditativas pueden abordarse como complemento dentro de un contexto psicoterapéutico.  Por otra lado, el psicólogo norteamericano Ken Wilber, un pionero en la psicología transpersonal, comenzó a escribir hace varias décadas sobre el vínculo posible de la meditación con la psicoterapia, no sin antes dejar claro que la psicología occidental ha quedado algo rezagada al quedarse con los rígidos patrones de pensamiento racional, dejando de enriquecerse de la tradición mística oriental. En palabras de Wilber: “Los diversos enfoques psicológicos occidentales comparten un mismo objetivo: el logro de una personalidad sana, integrada y adaptada al medio. En consecuencia su campo de interés ha permanecido restringido a los aspectos pre-personales y personales de la existencia, desestimando al mismo tiempo, las dimensiones superiores del desarrollo” (Psicología integral, pag 10, 1986).

     El reconocido psicólogo de Harvard, Daniel Góleman, que durante sus años de estudios experimento por si mismo los beneficios de la meditación, expuso en su obra Los caminos de la Meditación (1986) una sinopsis histórica de las diferentes corrientes de escuela de meditación en diferentes latitudes. En las obras del psiquiatra chileno (profesor en la universidad de Harvard) Claudio Naranjo la meditación se describe como un corpus de conocimientos de ideas útiles y coherentes que bien pueden ser integradas de forma satisfactoria a los métodos de psicoterapia occidental. En su libro Entre meditación y psicoterapia (2001) el autor valida las ventajas psico-fisiológica que se desprenden de la meditación, concluyendo con la aseveración de que las misma constituye una táctica  curativa de alta consecuencia psicológica.

     Theos Berne, escritor y profesor de yoga estadounidense que vivió varios años en India entrenándose en el yoga, define la meditación como un método integral de psicología, el cual apunta, no sólo a beneficiar a las personas emocionalmente descentradas, sino igualmente a aquellos sujetos “normales” que no han recurrido al terapeuta, ya sea por que ignoran alguna complicación emocional o sencillamente porque no sienten la necesidad de una alineación de su organización anímica.

    El Dr. Pedro Arias Capdet -del Laboratorio de Estudio Psicosociales de Salud (LEPS) del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), de la Habana-  refiere que las propiedades terapéuticas de la meditación no sólo se circunscriben al ámbito de la medicina convencional, sino además de la salud en general. En un estudio publicado en la Revista cubana de medicina general integral Arias Capdet declara: “La meditación puede ser utilizada para aliviar el estrés, la ansiedad y otros síntomas físicos, además de que produce cambios cognitivos que pueden ser aplicados en la auto-observación y el manejo conductual y para la comprensión de los patrones cognitivos limitantes o autodestructivos(Arias Capdet, 1999).  El autor arguye además que como instrumento multidimensional, la meditación puede ser útil en una variedad de formas, al producir cambios cognitivos espectaculares  que van desde el manejo conductual hasta la comprensión de patrones psicológicos autodestructivos, todo esto de manera espontánea.

     Por otro lado, varios estudios con poblaciones clínicas describen mejorías en pacientes con trastornos de angustia, como crisis de pánico, agorafobia y trastorno de ansiedad generalizada. La opinión de más autores (Fadel Zeidan (2010) de la Universidad de Carolina del Norte, por ejemplo) afirma que la meditación produce un aumento de la calma, la sensibilidad, la receptividad, la interiorización y la claridad en muy pocos días. Si bien estos son cambios sutiles al principio, los informes predicen que pueden ser tempranamente vivenciados como resultados de una práctica regular. Éstos se darían como consecuencia de la superación de los antiguos supuestos sobre el propio ser y el mundo, lo que da lugar a una perspectiva más amplia y más afinada de la realidad. 

     Cada vez son más las investigaciones que se realizan en torno a las prácticas contemplativas y permanentemente son revalidados los resultados sobre la misma. Por ejemplo, en la Universidad de George Mason (Estados Unidos), diversas investigaciones llegaron a la conclusión de que practicar la meditación antes de clase ayuda a que los alumnos se concentren mejor y tengan más retención de las asignaturas. Entre los indicadores que más dan cuenta de mayor estabilidad emocional y social suelen enumerarse los siguientes:

1.      Se acentúa la satisfacción en la vida conyugal. El nivel de tolerancia crece.

2.  Progreso en los modos de conducción social. Disminución de ideas      estereotipadas. Una imagen de sí mismo más saludable y menores        sentimientos de inadecuación social.

3.     Perfeccionamiento de la autoimagen en el aspecto moral, familiar y social.

4.     Desarrollo de la estabilidad en prisioneros. Menor índice de irritabilidad y        hostilidad. Baja en la violación de normas y reglas.

5.  Incremento de la capacidad para la negociación en los conflictos         interpersonales.

6.   Reducción de la tendencia a dominar. Más disposición a la cordialidad, el       respeto y la tolerancia.

7.    Mayor confianza y menos inhibición

8.    Claro indicio de menor irritabilidad y la frustración.


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     Aunque todavía hoy quedan sectores divergentes que cuestionan los objetivos, los efectos y la utilidad de la meditación, su uso ha aumentado considerablemente en la práctica clínica. Cantidad de autores, relacionados o no al campo de la psicología, escriben actualmente en torno a las ventajas terapéutica y profiláctica de las prácticas espirituales y meditativas orientales. Algunos entienden que no estaría mal que la psicología occidental aprenda lo que la mística oriental descubre como la causa primaria del sufrimiento humano (Deikman, 1982). Debido a que muchas investigaciones han demostrado que la meditación ayuda a promover el ajuste social, brindar mayor estabilidad interior y satisfacción en la vida (Bogart, 1991), la comunidad psicológica se ha visto en la necesidad de admitirla como una herramienta adicional y complementaria dentro de las opciones terapéuticas que ofrece.
           
    Muchos  de los trabajos que sin duda contribuyeron  de manera significativa a que la meditación comenzara a ser aceptada en los círculos psicológicos se realizaron durante la década de 1970. Puede señalarse el caso del  psicólogo norteamericano Robert Ornstein, el cual después de realizar varios estudios sobre los resultados de la meditación en sujetos experimentales llegó a la conclusión de que la misma, entre otras cosa, realza la conciencia, provoca sentimiento de integración, al igual que suministra períodos de paz y de calma (Davidoff, 1984).  De igual forma muchos otros psicólogos que incorporaron la meditación como parte de sus trabajos terapéuticos pudieron percatarse de que otras de las grandes ventajas proporcionada por la meditación radicaba en su posibilidad como técnica de autotratamiento, al poder ser aplicada fuera del consultorio, pues casi todos los pacientes después de habérseles enseñado la técnica reportaban una reducción considerable de la tensión, la ansiedad, el insomnio, las alteraciones de la presión sanguínea, la dependencia de fármacos y, en algunos casos, hasta del sentimiento de culpa.  

     Hay quienes plantean que la meditación puede pensarse como una técnica que convoca la conciliación con uno mismo, la cual permite la aceptación de nuestra propia realidad (Ghogyam, 1989).  Esto desde luego es el camino para el autodescubrimiento, mismo que persiguen casi todos los sistemas terapéuticos, lo único que a través de la meditación se obtiene de forma natural, sin forzarlo, sin complicarse, prácticamente sin proponérselo. 

     Un aspecto hasta el momento poco enfatizado con relación a la meditación, pero que tiene una importancia capital, quizás pocas veces alcanzado por los sistemas terapéuticos convencionales, es el concerniente al autocontrol tanto emocional como mental.  Resulta que el ciudadano promedio, problematizado  o no, tiene muy escaso dominio sobre sus emociones y mucho menos sobre sus pensamientos.  La meditación, por su parte, si se la práctica de manera habitual, sistemática y correctamente instaura un nuevo condicionamiento, el cual hace que nuestras respuestas a los estímulos negativos sea la más acertada y adecuada.

     Varios grupos de terapeutas refieren que después que los pacientes inician el proceso de la meditación se origina un aumento de la empatía, de la percepción interpersonal y de la concentración en el presente, y una mayor conciencia de los propios sentimientos, con lo cual se refuerza la efectividad de la psicoterapia.

     


    A pesar de que las evidencias que avalan la meditación como procedimiento legítimo en el tratamiento de muchos estados emocionales irregulares son contundentes, existen sectores que se resisten asumirla como una modalidad terapéutica realmente satisfactoria. Hay quienes opinan que las investigaciones sobre los beneficios terapéuticos de la meditación no son concluyentes. Alegan que los estudios en torno a ella han sido generalmente mal diseñados y llevados a cabo con controles inadecuados o sin ningún control en absoluto (Garden, 2007). El Dr. Solomon Snyder, encargado del departamento de neurociencia de la Johns Hopkins University, uno de los escéptico más renombrado  advierte que durante la meditación el cerebro tiende a liberar cantidad mayor de serotonina, lo cual si bien puede ayudar a personas con depresión leve, puede igualmente causar ansiedad paradójica en algunas e incluso inducir a la psicosis en caso de tendencia a la esquizofrenia. Georffrey Dawson (2013), maestro  de meditación  y psicoterapeuta advierte sobre los peligros de la meditación realizada de forma inapropiada. Según dice, su experiencia en algunos retiros de meditación ha podido contactar episodios de ataques de pánico, depresión y fobias, mismas que han persistido por algunos meses. El empeoramiento de los estados neuróticos en sujetos predispuesto ha sido otros de los inconvenientes presuntamente encontrados por Dawson en sujetos que meditan sin una adecuada preparación. Sin negar la posibilidad de que estos argumentos sean legítimos, lo cierto es que se basan más en consideraciones particulares, más que en evidencias salidas de las investigaciones. Es algo remoto que la meditación pueda ocasionar algún mal y pueda resultar peligrosa. Nadie que tenga una pesadilla en sueños, utilizaría esto como una demostración de que soñar resulte nocivo para las personas; no obstante, hay quienes viven experiencias bastantes desagradables cuando duermen, lo cual no se toma como un indicativo de que dormir sea perjudicial para algunas personas cuando no saben hacerlo.

     Al margen de las críticas que todavía suscita la meditación, lo que resulta incuestionable es la cantidad de estudios realizados con bastante seriedad que cumplen los rigores básicos de cualquier experimentación clínica que dan muestra de las ventajas de la meditación, aun a pesar de ser ofrecida en contextos a veces insospechados. Por ejemplo, existe suficiente documentación de pruebas realizadas con poblaciones específicas y generales para conocer los efectos de la meditación entre presos, veteranos de guerra, adictos y sujetos con depresión y ansiedad, donde se demuestra que en comparación con sujetos que sólo recibieron psicoterapia y psicofármaco, los que meditaban obtuvieron mejores resultados en: reducción significativa de la depresión, la ansiedad, el adormecimiento emocional, el consumo de alcohol, los problemas familiares, las dificultades para encontrar trabajo y el insomnio, que con los procedimientos convencionales (Yaya, 2005).

     Los estudios sobre la meditación han sido incluso  orientados a la población de sujetos violentos y malhechores. Con la finalidad de demostrar que la meditación tiende a promover significativas transformaciones tanto en la conducta como en la actitud personal, en algunos centros carcelarios de Asia y los Estados Unidos se han ofrecido algunos programas de entrenamiento. En 1990 se implementó en la prisión de Sabarmati (en Gujarat) un ensayo de meditación cuyos resultados fueron mayoritariamente positivos. Para 1993, en la cárcel de máxima seguridad de Tihar (Nueva Delhi), India, fue también escenario para realizar un proyecto que incluía la meditación -además de la educación para la salud, actividades culturales y deportivas, tratamiento y rehabilitación- que buscaba reducir los niveles de violencia que presentaba el lugar. Si se toma en cuenta que dicho correccional es uno de los más grandes del mundo y que las condiciones para los presidiarios eran ostensiblemente adversas, podemos llegar a conjeturar que el plan no perseguía metas utópicas paliativas, sino la reinserción de los convictos a la sociedad (Yaya, 2005).

     En los Estados Unidos algunos penitenciarios han incluido meditación trascendental dentro de sus establecimientos con miras a demostrar que puede haber una reducción mesurable de los estados psicológicos negativos y de reincidencias cuando esta se practica. De acuerdo con una exploración en el 2010, los estudios con cientos de presos en San Quentin y Folsom (prisiones estatales de California y Prisión Estatal de Walpole en Massachusetts) encontraron que el índice de reincidencia se redujo hasta en un 47%. En general, los presos que practicaron la técnica durante tres meses eran menos propensos a volver a la cárcel en comparación con los del grupo de control. Los ensayos en Folsom además dieron fe de las medidas de ansiedad y se halló un considerable descenso en comparación con los controles. Resultados preliminares en población de internos penitenciarios en otras poblaciones del mundo también han demostrado efectividad en la reducción del abuso en el uso del alcohol y otras sustancias tóxicas, en la tasa de reincidencia, disminución de los síntomas psicopatológicos, y una mejora en los comportamientos positivos como la cooperación con las autoridades carcelarias (Parks y Marlatt, 2006).

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Consideraciones Finales

     Hace tiempo alguien dijo: “todas las generalizaciones son peligrosas, incluso ésta” (Alexandre Dumas, Padre).  Me parece que expresó una verdad irrefutable, sobre todo cuando se aplica a la condición humana,  debido a que ninguna teoría, método o esquema puede agrupar o contener la pluralidad de la naturaleza humana. Esto puede hacerse extensivo al tema que nos ocupa. De acuerdo a los argumentos expuestos parece casi imposible objetar el beneficio de la meditación en el contexto clínico. Pero, estaría bien forjarse la siguiente pregunta: ¿están todas las personas en capacidad de llevarla a cabo?  La respuesta es que, teóricamente sí, más en la práctica las cosas no siempre parecen resultar tan sencillas.

     La meditación en el ambiente terapéutico da sus mejores efectos cuando un clínico competente conoce bien lo que está recomendando, cuando el mismo ha vivenciado personalmente lo que enseña, cuando sus metas son realista y, sobre todo, cuando el paciente se acoge a la orientación de manera franca, seria y gustosa. Ninguna herramienta terapéutica ha probado satisfacer a todos los grupos a los cuales ha sido dirigida. No se puede pretender, por buena que sea la meditación, que esta vaya a iluminar la vida de todo aquel que la incorpore bajo recomendación psicoterapéutica.  Para ser llevada a cabo exitosamente, la meditación, requiere de seguimiento, perseverancia y continuidad de propósito, actitudes estas que por lo regular están poco desarrolladas en los pacientes perturbados o ansiosos que acuden a la terapia. Otro aspecto es que asumir la meditación como una técnica transitoria puede proporcionar un beneficioso sutil, pero poco sustancioso. La vida siempre genera conflictos, problemas, de ahí que sino se logra adoptar la práctica como estilo de vida, incorporándola a nuestra cotidianidad igual que el aseo físico o practicándola durante un tiempo relativamente amplio, las posibles ventajas que se han señalados en los estudios, pudieran ser más bien cosas de un tiempo congruentemente corto.

     Fuera de todo lo antes dicho, la meditación siempre será bienvenida, presumo que, en cualquier medio. He de esperarse que en años próximos las investigaciones sigan arrojando más datos que vayan a engrosar el ya merecido respeto que está teniendo. Es muy factible que así como hoy se tienen gimnasios para el desarrollo y entrenamiento físico, en el futuro se disponga igualmente de salones para el perfeccionamiento y adiestramiento de la conciencia.  Esto sería el logro de un grupo de hombres que actualmente están dedicando sus mejores esfuerzos a develar las potencialidades de la neurociencia contemplativa.

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Fuentes: 

-Arias Capdet, Pedro (1999). Propiedades terapeuticas de la meditación; Centro de Investigación Psicológicas y Sociológicas; 
     Revista Cubana de medicina general integral. Editorial ciencias médica. 
-Dawson, Georfrey (2013). Artículo publicado en la edición 2013 de la Revista QUO.
-Deikman, A. (1982). La observación de sí mismo: misticismo y psicoterapia. Boston. Bacon Press.
-Bogart, G. (1991). El uso de la meditación en la psicoterapia. 
-Davidoff, Linda (1984). Introducción a la Psicología. 4ta. Edición. McGraw-Hill. México.
-Garden, M. (2007). ¿La meditación puede perjudical?
-Goleman, Daniel (1997). La meditación y los estados superiores de conciencia.
-Kabat-Zinn, John (2007). La práctica de la atención plena. Editorial Kairos. Barcelona.
-Naranjo, Claudio (2001). Entre meditación y psicoterapìa. Editorial J. E. Sáez. Chile.
-Parks, G. y Marlatt, G. A.  2006
-Wilber, K (1986). Psicología Integral (1986). Editorial Kairos. Barcelona.
-Yaya, I (2005). Efectos psicológicos de la meditación oriental. Universidad de Belgrano. Argentina. 




Neurociencia Contemplativa

     
     Desde que emergieron, hace ya algo más de cien años, los procedimientos psicoterapéuticos tradicionales vienen demostrando su validez en la solución de los desequilibrios y desajuste emocionales que sufren los individuos. Por lo regular, se han basado en las intervenciones clínicas y, cuando el caso lo amerita, las prescripciones farmacológicas. El éxito de tales procedimientos es muy variado, desigual podría decirse, ya que no existe una constante que dé razón de su efectividad general, si bien, puede atestiguarse que cada vez más los estudios confirman que resulta mucho más beneficioso asistir a  consultas psicológicas, cuando la necesidad parece evidente, que privarse de ella. Dentro de la ya extensa pluralidad de propuestas psicoterapéuticas de que dispone la psicología clínica, desde hace unas décadas, algunas nuevas tendencias han ido emergiendo, con la particularidad de que las mismas no proceden del todo del contexto clínico occidental. Esto ha dado lugar a que muchos terapeutas las hayan visto con recelo y no pocos con gran escepticismo, al punto de tildarlas de pseudociencia.  Y, sin embargo, tales propuestas terapéuticas bautizadas con el epígrafe de Terapias Alternativas, hoy día están siendo aceptadas cada vez más por una parte de esa misma clase ortodoxa que las viene integrando bajo el marbete de terapias complementarias. En este abanico de ofertas, en la cual cabe esperar que pueda encontrarse algunas que no cumplan del todo los parámetros estandarizados para ser consideradas una herramienta psicológica genuina, nos interesa una en particular –la Meditación- que ha logrado tener una ingente suma de investigaciones capaz de mesurar sus bondades, que parece que son muchas, al punto que se ha abierto una nueva línea de exploración que se ha dado en  llamar: neurociencia contemplativa.            
        
     Aunque las evidencias sobre los beneficios que aporta la meditación se remontan a los años 60 –y existen estudios todavía mucho más anteriores en la India y Europa- es durante las últimas dos décadas donde ha concitado una mayor atención por parte de la comunidad científica. Esto se debió, en parte, a que pudo reconocerse que la meditación resulta sumamente eficaz en el tratamiento de trastornos de ansiedad y en prácticamente todos los cuadros estrés crónico (dos de los grandes males de nuestros tiempos). Ante estos hallazgos y la obligación de encontrar métodos más prácticos de enfrentar una creciente tendencia de cada vez más trastornos emocionales, cantidad de artículos comienzan a ser publicados en revistas especializadas y científicas donde se describían las propiedades profilácticas de la meditación en la estructura emocional y psicológica de quienes la practicaban.

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     La ansiedad*, actualmente es uno de los grandes males que el modo de vida vigente ha creado. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2011), el  80% de todos los padecimientos físicos (enfermedades), tienen como base un componente emocional, siendo el más común precisamente la ansiedad. La población más afectada no se encuentra ya, forzosamente, en el sector socioeconómico menos privilegiado -si bien es cierto que en tales medios se acumula una creciente cantidad de frustraciones cotidianas que la genera- sino que las tasas de ansiedad se descubren en cualquier esfera del espectro socioeconómico y sociocultural. A pesar de ello, es en la consulta clínica donde más comúnmente se observan casos de ansiedad ordinarios o patológicos. Por lo regular, en la atención médica primaria muchas personas van a sus doctores aquejadas de dolencias y sufrimientos sin darse ellos mismos cuenta -ni sus facultativos- de que la razón es una somatización debido a algún estado de ansiedad (o estrés) arraigado durante muchos años.
    
     La ansiedad, siendo el trastorno emocional más frecuente, puede ser enfrentada, disminuida o en gran medida corregida por la meditación. Lo antes dicho, no necesariamente valida que la psicoterapia deba ser dejado a un lado, y sin embargo, hay que tener presente que la meditación funciona ya sea que se esté bajo tratamiento o no.  Esta es precisamente una de sus grandes ventajas, pues permite que el paciente, luego de entrenarse, pueda trabajarse a sí mismo fuera del consultorio. Por otro lado, los estudios demuestran que la meditación no presenta prácticamente ningún peligro y suele ayudar en cambio a la integración de emociones dispersas y desenfrenadas, al inducir a la calma y a la tranquilidad, todo ello porque la meditación repercute, positivamente, en todo nuestro organismo, desde nuestra anatomía, neurofisiología, metabolismo, sistemas hormonal, cardiovascular e inmunológico.  


Investigaciones neurofisiológicas de la meditación

     La meditación produce cambios en la fisiología humana. Vale decir, cambios positivos en todo el organismo. Los mismos son mesurables y las evidencias que lo legitiman, a pesar de que son muchas las recientes, datan de ya varias décadas.     Quizás uno de los estudios más conocidos fueron aquellos llevado a cabo, para finales de los años 60, por los investigadores norteamericanos Herbert Benson, Presidente del Instituto para la Medicina de la Mente y el Cuerpo de la Universidad de Harvard, y el Doctor Robert Wallace, quienes efectuaron pruebas experimentales con varios sujetos. Mientras estos meditaban, Wallace y Benson hicieron constantes mediciones de la presión sanguínea, la frecuencia cardiaca, la temperatura corporal y las ondas cerebrales.  A su vez tomaron muestras de sangre de cada sujeto con la finalidad de analizarla y descubrir si había algún tipo de alteración en ésta. La investigación demostró que durante la meditación se suprime la actividad del sistema nervioso simpático (mismo que prepara al cuerpo para la actividad vigorosa durante una emergencia), y disminuye la tasa del metabolismo. El ritmo cardíaco se reduce al igual que la cantidad de sangre que fluye por las arterias desde el corazón.  Algo parecido sucedió con el ciclo respiratorio y con los niveles de lactato en la sangre (sustancia ésta relacionada con el estrés).  Otro de los notables efectos que pudieron observarse en el cuerpo de los sujetos experimentales fue el de una considerable relajación, superior a la producida por el sueño normal, incluyendo además cantidades relativamente altas de ondas alfas (Benson, La respuesta de relajación, 1976).

     Tanto Benson como Wallace llegaron a la conclusión de que los cambios producidos por la meditación se debían a una respuesta integrada y de naturaleza refleja inducida por el sistema nervioso central, la cual le es inherente al organismo humano y a la que llamaron: Respuesta de relajación, debido a la profunda distensión que se producía durante las sesiones de meditación.  Sugirieron que si la meditación se practicaba todos los días podía disminuir  los niveles de acetilcolina, colesterol y azúcar en la sangre y contrarrestar los efectos de la catecolamina y cortisol, los cuales se incrementan durante situaciones de estrés, provocando lo que se denomina azúcar emocional (Benson, 1976).

     Durante la década de los 70, la Meditación Trascendental (un tipo de meditación focalizada en un Mantra) fue sometida a cantidad de estudio** reportándose cambios espectaculares en todo el organismo tales como: aumento de la relajación, reducción del estrés, menor presión sanguínea, mejor memoria y más creatividad, entre otros. En 1981, salió publicado en International Journal of Neurociencia, que al poco tiempo de ser practicada la Meditación Trascendental se producía una mayor coherencia en las pruebas de Electroencefalograma (EEG). Para el 2008, la American Psychological Association, presentó una investigación científica donde documentaba los beneficios de la práctica de la meditación trascendental para la autorrealización y el desarrollo.

     A principios de los años 80, en la Universidad de Massachusetts, el Dr. Jon Kabat-Zinn, fundador y director de La Clínica de Reducción del Estrés en la Escuela de medicina de dicha universidad enseñaba una técnica de meditación a sus pacientes a la que llamaba Mindfulness -Atención Plena, derivada de la meditación Vipassana de la tradición budista- con el objetivo de que estos aprendieran a manejar y controlar mejor el estrés. En un estudio realizado con más de 16,000 personas, Kabat-Zinn y un grupo de colaboradores pudieron constatar que la meditación disminuye los síntomas de ansiedad y angustia, mejora los cuadros de fatiga crónica e incrementa los niveles de energía.


     
  Otras exploraciones de tiempos más recientes en el campo de la neurociencia sugieren que los beneficios y aportes generados por las prácticas meditativas no se limitan, quizás como se pensaba con anterioridad, a un profundo estado de relajación, sino que la misma modifica estructuras cerebrales capaces de alterar el estado anímico. El Dr. Richard Davidson, neurocientífico de la Universidad de Wisconsin, monitoreando el cerebro de sujetos que meditan y monjes budistas ha descubierto una acentuación de la actividad de la corteza pre-frontal izquierda, zona esta asociada con  la evocación de emociones positivas. Davidson y su equipo de colaboradores han encontrado, realizando pruebas de resonancia magnética y tomografía, que durante la meditación se da un aumento en la amplitud de las ondas alfas y que estas se propagan a la corteza frontal. Tales patrones cerebrales sugieren, habitualmente, una reducción en la actividad mental (Richard Davidson, 2007). Estos estudios han sido refrendados por otros realizados en la Universidad de Browm (2013) por Stephanie Jones y Ghristopher Moore, bajo la supervisión de Catherine Kerr.

    Para el 2018, y durante el 5to. congreso de mindfulness, la dra. Sara Lazar, neurocientífica de la facultad de medicina de Harvard, relata que en sus investigaciones sobre los efectos de la meditación en el cerebro han podido constatar que al meditar se produce una reducción de la amígdala (estructura esta relacionada con las emociones), y consecuentemente una mayor protección frente al estrés o la ansiedad.  Sostiene que igualmente se observa una incremento de la materia gris del cerebro y un mejor funcionamiento del hipocampo, lo que se traduce una mejoría del aprendizaje y la memoria.     

     Finalmente, en Yale, el Dr. Judson Brewer, director de la Clínica de Neurociencia, declara que el cerebro de las personas que meditan se diferencia del de aquellas que no lo hacen, debido a que los primeros presentan menos actividad en algunas zonas cerebrales relacionadas con la distracción. Para este neurocientifico, la meditación puede ser útil para evitar un gran número de enfermedades mentales, pues al meditar las personas logran mejorar la atención y  la concentración, así como disminuir la hostilidad y los estados obsesivos.



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* La ansiedad junto al estrés son las perturbaciones que con más frecuencia se ven en la consulta psicoterapéutica. Aunque el estrés suele establecerse en situaciones más puntuales, lo cierto es que cuando se cronifica éste puede degenerar en un cuadro de ansiedad patológica. Por lo tanto estrés y ansiedad guardan una relación no pocas veces de causalidad. Ambas situaciones alteran la fisiología del cuerpo y producen sustancias que afectan negativamente el metabolismo, la fisiología y el funcionamiento de varios sistemas: cardiovascular, digestivo, inmunológico, nervioso y endocrino. 

**Hoy se atestigua que la meditación trascendental ha sido enseñada a más de 750,000 personas en todo el mundo de diferentes edades, genero, profesiones, razas. Esta técnica comenzó a impartirse en los Estados Unidos desde 1958.