En Europa, para los años 20 del siglo pasado, Roberto Assiagioli, fundador de la terapia
psicosintesis, enseñaba la meditación como parte de su repertorio
psicoterapéutico. El psicoanalista disidente Carl G. Jung, consideraba que los
métodos de liberación oriental ofrecían una perspectiva interesante sobre la
vida y el individuo capaz de enriquecer nuestra visión algo más reduccionista
del ser humano. Erich Fromm, sobre todo, durante las últimas décadas de su vida
fue un partidario de que el sistema de meditación de la tradición Zen, del
budismo, ayudaba a desarticular la sensación de enajenación en que vivía gran
parte del hombre occidental de su tiempo. En la década de los 60, y en los Estados
Unidos, el filósofo –y psicoanalista- ingles, Alan Watts, publicaba libros
(como por ejemplo, Psicoterapia del Este y Psicoterapia del Oeste), y artículos
en donde dejaba claro lo oportuno de considerar la añeja sabiduría oriental en
el proceso de desarrollo de nuestras potencialidades humanas. Todo lo señalado
nos habla que desde la primera mitad del siglo XX, en occidente ya muchos
creían -y posiblemente porque lo habían
constatado de alguna forma emperica- que
las técnicas de meditación tienen mucho que ofrecer al hombre occidental
ordinario, ya sea que éste aprendiera la meditación fuera o dentro de un
contexto psicoterapéutico.
La bibliografía sugerida al tema de la
meditación en el contexto clínico tiene antecedentes numerosos tanto en
los Estados Unidos como en Europa y la América de habla hispana.
Un ejemplo de ello es el libro Cómo
meditar (1985) del psicólogo Lawarence LeShan en el cual se hace una
descripción pormenorizada de cómo las técnicas meditativas pueden abordarse
como complemento dentro de un contexto psicoterapéutico. Por otra lado, el psicólogo
norteamericano Ken Wilber, un pionero en la psicología transpersonal, comenzó a
escribir hace varias décadas sobre el vínculo posible de la meditación con la psicoterapia, no sin
antes dejar claro que la psicología occidental ha quedado algo rezagada al
quedarse con los rígidos patrones de pensamiento racional, dejando de
enriquecerse de la tradición mística oriental. En palabras de Wilber: “Los diversos enfoques psicológicos
occidentales comparten un mismo objetivo: el logro de una personalidad sana, integrada
y adaptada al medio. En consecuencia su campo de interés ha permanecido
restringido a los aspectos pre-personales y personales de la existencia,
desestimando al mismo tiempo, las dimensiones superiores del desarrollo” (Psicología
integral, pag 10, 1986).
El reconocido psicólogo de Harvard, Daniel
Góleman, que durante sus años de estudios experimento por si mismo los
beneficios de la meditación, expuso en su obra Los caminos de la Meditación (1986) una sinopsis histórica de las
diferentes corrientes de escuela de meditación en diferentes latitudes. En las
obras del psiquiatra chileno (profesor en la universidad de Harvard) Claudio
Naranjo la meditación se describe como un corpus de conocimientos de ideas
útiles y coherentes que bien pueden ser integradas de forma satisfactoria a los
métodos de psicoterapia occidental. En su libro Entre meditación y psicoterapia (2001) el autor valida las ventajas
psico-fisiológica que se desprenden de
la meditación, concluyendo con la aseveración de que las misma constituye una
táctica curativa de alta consecuencia
psicológica.
Theos Berne, escritor y profesor de yoga
estadounidense que vivió varios años en India entrenándose en el yoga, define
la meditación como un método integral de psicología, el cual apunta, no sólo a
beneficiar a las personas emocionalmente descentradas, sino igualmente a
aquellos sujetos “normales” que no han recurrido al terapeuta, ya sea por que
ignoran alguna complicación emocional o sencillamente porque no sienten la
necesidad de una alineación de su organización anímica.
El Dr. Pedro Arias Capdet -del Laboratorio
de Estudio Psicosociales de Salud (LEPS) del Centro de Investigaciones
Psicológicas y Sociológicas (CIPS), de la Habana- refiere que las propiedades terapéuticas de la meditación no sólo se circunscriben al ámbito de la medicina convencional, sino además de la salud en general. En un estudio publicado en la Revista cubana de medicina
general integral Arias Capdet declara: “La meditación puede ser utilizada para
aliviar el estrés, la ansiedad y otros síntomas físicos, además de que produce
cambios cognitivos que pueden ser aplicados en la auto-observación y el manejo
conductual y para la comprensión de los patrones cognitivos limitantes o
autodestructivos” (Arias Capdet, 1999). El autor arguye además que como
instrumento multidimensional, la meditación puede ser útil en una variedad de
formas, al producir cambios cognitivos espectaculares que van desde el manejo conductual hasta la
comprensión de patrones psicológicos autodestructivos, todo esto de manera
espontánea.
Por otro lado, varios estudios con poblaciones clínicas describen mejorías en pacientes con trastornos de angustia, como crisis de pánico, agorafobia y trastorno de ansiedad generalizada. La opinión de más autores (Fadel Zeidan (2010) de la Universidad de Carolina del Norte, por ejemplo) afirma que la meditación produce un aumento de la calma, la sensibilidad, la receptividad, la interiorización y la claridad en muy pocos días. Si bien estos son cambios sutiles al principio, los informes predicen que pueden ser tempranamente vivenciados como resultados de una práctica regular. Éstos se darían como consecuencia de la superación de los antiguos supuestos sobre el propio ser y el mundo, lo que da lugar a una perspectiva más amplia y más afinada de la realidad.
Cada vez son más las investigaciones que se realizan en torno a las prácticas contemplativas y permanentemente son revalidados los resultados sobre la misma. Por ejemplo, en la Universidad de George Mason (Estados Unidos), diversas investigaciones llegaron a la conclusión de que practicar la meditación antes de clase ayuda a que los alumnos se concentren mejor y tengan más retención de las asignaturas. Entre los indicadores que más dan cuenta de mayor estabilidad emocional y social suelen enumerarse los siguientes:
1. Se acentúa la satisfacción en la vida conyugal. El nivel de tolerancia crece.
2. Progreso en los modos de conducción social. Disminución de ideas estereotipadas. Una imagen de sí mismo más saludable y menores sentimientos de inadecuación social.
3. Perfeccionamiento de la autoimagen en el aspecto moral, familiar y social.
4. Desarrollo de la estabilidad en prisioneros. Menor índice de irritabilidad y hostilidad. Baja en la violación de normas y reglas.
5. Incremento de la capacidad para la negociación en los conflictos interpersonales.
6. Reducción de la tendencia a dominar. Más disposición a la cordialidad, el respeto y la tolerancia.
7. Mayor confianza y menos inhibición
8. Claro indicio de menor irritabilidad y la frustración.
***
Aunque
todavía hoy quedan sectores divergentes que cuestionan los objetivos, los
efectos y la utilidad de la meditación, su uso ha aumentado considerablemente
en la práctica clínica. Cantidad de autores, relacionados o no al campo de la
psicología, escriben actualmente en torno a las ventajas terapéutica y
profiláctica de las prácticas espirituales y meditativas orientales. Algunos
entienden que no estaría mal que la psicología occidental aprenda lo que la
mística oriental descubre como la causa primaria del sufrimiento humano (Deikman,
1982). Debido a que muchas investigaciones han demostrado que
la meditación ayuda a promover el ajuste social, brindar mayor estabilidad
interior y satisfacción en la vida (Bogart, 1991), la comunidad psicológica se
ha visto en la necesidad de admitirla como una herramienta adicional y
complementaria dentro de las opciones terapéuticas que ofrece.
Muchos
de los trabajos que sin duda contribuyeron de manera significativa a que la meditación
comenzara a ser aceptada en los círculos psicológicos se realizaron durante la
década de 1970. Puede señalarse el caso del
psicólogo norteamericano Robert Ornstein, el cual después de realizar
varios estudios sobre los resultados de la meditación en sujetos experimentales
llegó a la conclusión de que la misma, entre otras cosa, realza la conciencia,
provoca sentimiento de integración, al igual que suministra períodos de paz y
de calma (Davidoff, 1984). De igual
forma muchos otros psicólogos que incorporaron la meditación como parte de sus
trabajos terapéuticos pudieron percatarse de que otras de las grandes ventajas
proporcionada por la meditación radicaba en su posibilidad como técnica de
autotratamiento, al poder ser aplicada fuera del consultorio, pues casi todos
los pacientes después de habérseles enseñado la técnica reportaban una
reducción considerable de la tensión, la ansiedad, el insomnio, las
alteraciones de la presión sanguínea, la dependencia de fármacos y, en algunos
casos, hasta del sentimiento de culpa.
Hay quienes plantean que la meditación
puede pensarse como una técnica que convoca la conciliación con uno mismo, la
cual permite la aceptación de nuestra propia realidad (Ghogyam, 1989). Esto desde luego es el camino para el
autodescubrimiento, mismo que persiguen casi todos los sistemas terapéuticos,
lo único que a través de la meditación se obtiene de forma natural, sin
forzarlo, sin complicarse, prácticamente sin proponérselo.
Un aspecto hasta el momento poco
enfatizado con relación a la meditación, pero que tiene una importancia
capital, quizás pocas veces alcanzado por los sistemas terapéuticos
convencionales, es el concerniente al autocontrol tanto emocional como
mental. Resulta que el ciudadano
promedio, problematizado o no, tiene muy
escaso dominio sobre sus emociones y mucho menos sobre sus pensamientos. La meditación, por su parte, si se la
práctica de manera habitual, sistemática y correctamente instaura un nuevo
condicionamiento, el cual hace que nuestras respuestas a los estímulos
negativos sea la más acertada y adecuada.
Varios grupos de terapeutas refieren que después que los pacientes inician el proceso de la meditación se origina un aumento de la empatía, de la percepción interpersonal y de la concentración en el presente, y una mayor conciencia de los propios sentimientos, con lo cual se refuerza la efectividad de la psicoterapia.
A pesar de que las evidencias que avalan
la meditación como procedimiento legítimo en el tratamiento de muchos estados
emocionales irregulares son contundentes, existen sectores que se resisten
asumirla como una modalidad terapéutica realmente satisfactoria. Hay quienes
opinan que las investigaciones sobre los beneficios terapéuticos de la
meditación no son concluyentes. Alegan que los estudios en torno a ella han
sido generalmente mal diseñados y llevados a cabo con controles inadecuados o
sin ningún control en absoluto (Garden, 2007). El Dr. Solomon Snyder, encargado
del departamento de neurociencia de la Johns Hopkins University, uno de los escéptico
más renombrado advierte que durante la
meditación el cerebro tiende a liberar cantidad mayor de serotonina, lo cual si
bien puede ayudar a personas con depresión leve, puede igualmente causar
ansiedad paradójica en algunas e incluso inducir a la psicosis en caso de
tendencia a la esquizofrenia. Georffrey Dawson (2013), maestro de meditación
y psicoterapeuta advierte sobre los peligros de la meditación realizada
de forma inapropiada. Según dice, su experiencia en algunos retiros de
meditación ha podido contactar episodios de ataques de pánico, depresión y
fobias, mismas que han persistido por algunos meses. El empeoramiento de los
estados neuróticos en sujetos predispuesto ha sido otros de los inconvenientes presuntamente
encontrados por Dawson en sujetos que meditan sin una adecuada preparación. Sin negar la posibilidad de que estos argumentos sean
legítimos, lo cierto es que se basan más en consideraciones particulares, más
que en evidencias salidas de las investigaciones. Es algo remoto que la
meditación pueda ocasionar algún mal y pueda resultar peligrosa. Nadie que
tenga una pesadilla en sueños, utilizaría esto como una demostración de que
soñar resulte nocivo para las personas; no obstante, hay quienes viven
experiencias bastantes desagradables cuando duermen, lo cual no se toma como un
indicativo de que dormir sea perjudicial para algunas personas cuando no saben
hacerlo.
Al margen de las críticas que todavía suscita la meditación, lo que
resulta incuestionable es la cantidad de estudios realizados con bastante seriedad
que cumplen los rigores básicos de cualquier experimentación clínica que dan
muestra de las ventajas de la meditación, aun a pesar de ser ofrecida en
contextos a veces insospechados. Por ejemplo, existe suficiente documentación
de pruebas realizadas con poblaciones específicas y generales para conocer los
efectos de la meditación entre presos, veteranos de guerra, adictos y sujetos con depresión y ansiedad, donde se demuestra que en
comparación con sujetos que sólo recibieron psicoterapia y psicofármaco, los
que meditaban obtuvieron mejores resultados en: reducción significativa de la
depresión, la ansiedad, el adormecimiento emocional, el consumo de alcohol, los
problemas familiares, las dificultades para encontrar trabajo y el insomnio,
que con los procedimientos convencionales (Yaya, 2005).
Los estudios sobre la meditación han sido incluso orientados a la población de sujetos violentos y malhechores. Con la finalidad de demostrar que la meditación tiende a promover significativas transformaciones tanto en la conducta como en la actitud personal, en algunos centros carcelarios de Asia y los Estados Unidos se han ofrecido algunos programas de entrenamiento. En 1990 se implementó en la prisión de Sabarmati (en Gujarat) un ensayo de meditación cuyos resultados fueron mayoritariamente positivos. Para 1993, en la cárcel de máxima seguridad de Tihar (Nueva Delhi), India, fue también escenario para realizar un proyecto que incluía la meditación -además de la educación para la salud, actividades culturales y deportivas, tratamiento y rehabilitación- que buscaba reducir los niveles de violencia que presentaba el lugar. Si se toma en cuenta que dicho correccional es uno de los más grandes del mundo y que las condiciones para los presidiarios eran ostensiblemente adversas, podemos llegar a conjeturar que el plan no perseguía metas utópicas paliativas, sino la reinserción de los convictos a la sociedad (Yaya, 2005).
En los Estados Unidos algunos penitenciarios han incluido meditación trascendental dentro de sus establecimientos con miras a demostrar que puede haber una reducción mesurable de los estados psicológicos negativos y de reincidencias cuando esta se practica. De acuerdo con una exploración en el 2010, los estudios con cientos de presos en San Quentin y Folsom (prisiones estatales de California y Prisión Estatal de Walpole en Massachusetts) encontraron que el índice de reincidencia se redujo hasta en un 47%. En general, los presos que practicaron la técnica durante tres meses eran menos propensos a volver a la cárcel en comparación con los del grupo de control. Los ensayos en Folsom además dieron fe de las medidas de ansiedad y se halló un considerable descenso en comparación con los controles. Resultados preliminares en población de internos penitenciarios en otras poblaciones del mundo también han demostrado efectividad en la reducción del abuso en el uso del alcohol y otras sustancias tóxicas, en la tasa de reincidencia, disminución de los síntomas psicopatológicos, y una mejora en los comportamientos positivos como la cooperación con las autoridades carcelarias (Parks y Marlatt, 2006).
***
Consideraciones
Finales
Hace tiempo alguien dijo: “todas las generalizaciones
son peligrosas, incluso ésta” (Alexandre Dumas, Padre). Me parece
que expresó una verdad irrefutable, sobre todo cuando se aplica a la condición
humana, debido a que ninguna teoría,
método o esquema puede agrupar o contener la pluralidad de la naturaleza
humana. Esto puede hacerse extensivo al tema que nos ocupa. De acuerdo a los
argumentos expuestos parece casi imposible objetar el beneficio de la
meditación en el contexto clínico. Pero, estaría bien forjarse la siguiente
pregunta: ¿están todas las personas en capacidad de llevarla a cabo? La respuesta es que, teóricamente sí, más en
la práctica las cosas no siempre parecen resultar tan sencillas.
La meditación en el ambiente terapéutico
da sus mejores efectos cuando un clínico competente conoce bien lo que está
recomendando, cuando el mismo ha vivenciado personalmente lo que enseña, cuando
sus metas son realista y, sobre todo, cuando el paciente se acoge a la
orientación de manera franca, seria y gustosa. Ninguna herramienta terapéutica
ha probado satisfacer a todos los grupos a los cuales ha sido dirigida. No se
puede pretender, por buena que sea la meditación, que esta vaya a iluminar la
vida de todo aquel que la incorpore bajo recomendación psicoterapéutica. Para ser llevada a cabo exitosamente, la
meditación, requiere de seguimiento, perseverancia y continuidad de propósito,
actitudes estas que por lo regular están poco desarrolladas en los pacientes
perturbados o ansiosos que acuden a la terapia. Otro aspecto es que asumir la
meditación como una técnica transitoria puede proporcionar un beneficioso sutil,
pero poco sustancioso. La vida siempre genera conflictos, problemas, de ahí que
sino se logra adoptar la práctica como estilo de vida, incorporándola a nuestra
cotidianidad igual que el aseo físico o practicándola durante un tiempo
relativamente amplio, las posibles ventajas que se han señalados en los
estudios, pudieran ser más bien cosas de un tiempo congruentemente corto.
Fuera de todo lo antes dicho, la
meditación siempre será bienvenida, presumo que, en cualquier medio. He de
esperarse que en años próximos las investigaciones sigan arrojando más datos
que vayan a engrosar el ya merecido respeto que está teniendo. Es muy factible
que así como hoy se tienen gimnasios para el desarrollo y entrenamiento físico,
en el futuro se disponga igualmente de salones para el perfeccionamiento y adiestramiento
de la conciencia. Esto sería el logro de
un grupo de hombres que actualmente están dedicando sus mejores esfuerzos a develar
las potencialidades de la neurociencia contemplativa.
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Fuentes:
-Arias Capdet, Pedro (1999). Propiedades terapeuticas de la meditación; Centro de Investigación Psicológicas y Sociológicas;
Revista Cubana de medicina general integral. Editorial ciencias médica.
-Dawson, Georfrey (2013). Artículo publicado en la edición 2013 de la Revista QUO.
-Deikman, A. (1982). La observación de sí mismo: misticismo y psicoterapia. Boston. Bacon Press.
-Bogart, G. (1991). El uso de la meditación en la psicoterapia.
-Davidoff, Linda (1984). Introducción a la Psicología. 4ta. Edición. McGraw-Hill. México.
-Garden, M. (2007). ¿La meditación puede perjudical?
-Goleman, Daniel (1997). La meditación y los estados superiores de conciencia.
-Kabat-Zinn, John (2007). La práctica de la atención plena. Editorial Kairos. Barcelona.
-Naranjo, Claudio (2001). Entre meditación y psicoterapìa. Editorial J. E. Sáez. Chile.
-Parks, G. y Marlatt, G. A. 2006
-Wilber, K (1986). Psicología Integral (1986). Editorial Kairos. Barcelona.
-Yaya, I (2005). Efectos psicológicos de la meditación oriental. Universidad de Belgrano. Argentina.